Capa,
el Rey latino.
José
Raúl Capablanca nació en Cuba en el siglo XIX. Era hijo de un capitán de
ejército que en las horas de modorra jugaba al ajedrez con subalternos. A los 4
años, solía pispiar esas luchas en silencio. Una tarde, cuando su padre acababa
de vencer a un soldado, dijo: Papá, hiciste trampa. Festejaron la ocurrencia
del párvulo pero el insistió: Papá, saltaste mal con un caballo. El capitán
hizo silencio y pidió a su hijo que se explique. Ante el asombro de la
concurrencia, José Raúl, a los cuatro años de su edad, reprodujo entera la
partida que había observado y mostró la jugada que, en efecto, se había realizado
en contra del reglamento. No solo poseía criterio, había aprendido las reglas
del ajedrez mirando. Desde ese día todos se turnaron para jugar con el niño que,
a los 13 años, logró el título de maestro al vencer al campeón cubano Julio
Corzo. En su adolescencia se trasladó a los EEUU para estudiar, mas pronto
abandonó todo por el ajedrez que lo coronaría campeón mundial en su propia
Cuba, al derrotar sin perder partida a nuestro ya conocido Emanuel Lasker.
Capablanca
era hombre alto, su porte impresionaba y seducía a hombres y mujeres por igual.
Cierta vez, un Rey que quería conocerle, dijo: ¿Dónde está Capablanca? Le
contestaron: Cuando él ingrese al salón, nadie deberá indicárselo. En efecto,
poco después varios hombres entraron a la sala conversando, uno distinguía por su
prestancia, modales, y la mirada penetrante de sus ojos pardos. Es fama que las
señoritas –y las señoras- se le ofrecían tanto como las flores y la champaña
después de cada nuevo triunfo.
Del
arte Capablanquino se dijo que, si el estilo Lasker era como un vaso de agua
con una gota de veneno, su estilo era cual ese mismo vaso, pero sin la gota de
veneno. Lo anterior en alusión a que sus triunfos fueron transparentes y sin
embrago inevitables. Es que Capablanca poseía una concepción profunda del
juego, acaso por haberlo aprendido de tan niño. El ajedrez es su lengua natal,
dijo un gran maestro, por describirle. Cuando se refería a una posición jamás
recurría a variantes, sino a palabras como columna, casilla, espacio; eso era
todo, conceptos generales por sobre lo particular.
Una
vez dejó en suspenso una partida; el rival dijo a todos que había analizado en
extenso y que el resultado sería su propio triunfo. La afición esperaba al
campeón quien llegó quince minutos tarde. Ante la sorpresa de todos -su reloj
corría- pidió un juego y se alejó a analizar la posición que lo aguardaba. Al
cabo de media hora volvió y en 15 jugadas su posición “perdida” ya era tablas.
Capa
viajó por todo el mundo brindando conferencias y sesiones de juego simultáneo.
Allí donde llegaba era ovacionado por los aficionados. Su trato siempre gentil
le abría más puertas que su título y no hay foto donde no aparezca sonriente,
por lo general acompañado de varias damas. Su última esposa, Olga Chegodaeva,
fue la mujer más hermosa y deseada de su época.
Durante
su reinado solo perdió 6 partidas, lo cual es increíble. En los torneos de
entonces, vencía a sus compañeros como si estos fueran aprendices. Una vez, en
Rusia, el temible Stalin le observaba escondido. Al término de la partida,
ordenó que los presentaran y preguntó a Capa, ¿Qué le parece el torneo? A lo
cual nuestro amigo contestó: ¡Un desastre, todos Sus compatriotas pierden a
propósito con Botwinik, para favorecerle! –Botwinik fue otro campeón, ya lo
veremos-. Todos quedaron suspensos -Stalin no era hombre al que se le podía
contrariar-, sin embargo, sonriendo, contestó: Quédese tranquilo, no volverá a
suceder.
José
Raúl Capablanca nos dejó el orgullo de ser el primer campeón americano y el
único de habla hispana. Por inteligencia, estampa y modos, allí donde ponía un
pie alguien le admiraba, le quería y lo mimaba.
Acaso
celosa de tantos dones, la Muerte le llevó muy pronto. Capa sufría de presión
arterial y los médicos no supieron advertirlo aun cuando hubo frecuentes avisos
y jaquecas. Capa sufrió un derrame durante una competencia y falleció.
Los
argentinos nunca le olvidaremos. En Buenos Aires jugó torneos y simultáneas.
Aquí perdió su título frente a Alekine. Pero fue que aquí donde pasó los dos meses
que duró el match de jarana, del cabaret al hipódromo, de paseo en la voiture de
una bailarina del Maipo.
Así
que, Querido Capa, Rey latino ¿Quién te quita lo jugado?
No hay comentarios:
Publicar un comentario