miércoles, 4 de noviembre de 2009

Walter se nos fue a jugar con Miguel, quizá, con Julio, con tantos amigos que nos faltan.
A este año no voy a olvidarlo: mi Papá primero, y ahora mi Amigo.
Cuando Walter supo que mi viejo estaba mal, me envió una nota: hacía en ella una analogía entre el ajedrez y la vida, entre el Rey y mi padre; la guardo con cariño porque supo dar en el clavo, en lo que yo sentía.
Como jugador, Walter nos supo ganar a todos, he hizo algo que pocos saben hacer: impuso su estilo. Jugar con Collo era jugar una partida difícil, enrevesada; una inglesa, seguro, o una larsen, o una escandinava, si le tocaban las negras. Pocos jugadores eligen esas líneas, y las sostienen en el tiempo, a sabiendas de que los rivales se prepararán contra ellas. Hace una ponchada de años, en Carlos Paz, vi como hacía tablas con Monier, nada menos; en Rafaela, en Villa Allende, tuve la suerte de compartir con él esos torneos.
Pero Walter será recordado por nosotros por otras virtudes: las humanas. Su risa siempre estallaba sincera y plena: nunca escuché en su boca una ironía, una desvaloración. Y si el chiste le daba mucha gracia, entonces reía sin sonido, abriendo la boca, cerrando los ojos, inclinando la cabeza hacia atrás, en esa expresión tan suya, tan linda.
Siempre me preguntaba cómo andaba, cómo me sentía, qué opinaba de una partida o de un suceso determinado: ¿Usted que opina, Galarcita? Me decía. Y qué importante es que alguien te tenga en cuenta, te consulte, te hable.
Quedo en deuda con él. Siempre vino a mis torneos y yo no supe aceptar las invitaciones a su casa: nunca fui a jugar unos pimpones, a comer una asado. Uno desdeña la vida, el amor y la amistad cuando la tiene, y después ya es tarde, ya no se puede, ya no vale.
Ojalá fuera un crédulo como Korchnoi, que pudo jugar con Geza Marozqui, años después de su muerte, ojalá confiara en la bondad de algún dios. Pero no lo hago. No creo más que en el hombre y en las palabras, en los recuerdos y en los anhelos, en el bien y en el mal que somos capaces de dar y recibir. En el deber y en el derecho que cabe a cada uno creo.
Hoy Walter no está, y su ausencia nos hace responsables de su compañera, de Alicia. Así que pido a todos que estemos atentos, y la ayudemos en lo que podamos.
Gracias.
Sergio.

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