Historia
del peón que quería ser Dama
Cuento improvisado para alumnas y alumnos de cuarto grado de la escuela Bernardo Monteagudo, de Chabás.
Los peones siempre
fueron muy traviesos: le hacían zancadillas al caballo, bromas a los alfiles y,
lo peor de lo peor, le comían las galletitas al Rey, quien siempre fue un poco
lerdo.
Así pasaban los días en
el tablero, las torres con sus problemas de columna, los alfiles con su andar
torcido y los peones meta travesuras, hasta que una tarde apareció en la caja
un peón nuevo. Era muy robusto, de madera blanca; al resto le dio un poco de
envidia su reluciente cabeza despejada. Pronto quisieron saber sobre él:
Peonardo, ¿qué querés
ser cuando seas grande?
Cuando sea grande…
quiero ser… ¡una Dama!
Los peones se echaron a
reír. ¿Cómo vas a ser una Dama,
Peonardo?
Pero Peonardo tenía ese
sueño: quería ser una Reina muy alta y elegante y andar todo el día muy pituca.
Por el tablero pasaban
los días y las partidas y Peonardo con su idea fija. Qué vivo, el Rey, él ya es
alto e importante; qué vivos los alfiles, son dos hermanos y corren tan ligero;
él quería ser Dama y no podía…
Al fin, las piezas
comprendieron su deseo. Hicieron una reunión y en la reunión dijeron:
Si Peonardo quiere ser
dama… ¡que sea Dama!
Peonardo saltó de
alegría y todos juntos hicieron una fiesta que duró tres días. Desde entonces,
cuando un peón llega al final del tablero, si quiere ¡se transforma en Dama!
Sergio Galarza
Docente de ajedrez.
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