Spassky Boris
Leningrado 30 01
1937-
Campeón Mundial en 1966, Venció a T. Petrosian.
Estas notas de ajedrez, que
recuerdan a los campeones mundiales, se complican. Vimos a luchadores
portentosos como Alekine, Tal y el ya lejano Steinitz. Hombres que peleaban
hasta el final, con garra sin par. Pero los tiempos pasados nunca han sido los
mejores. A medida que los siglos desparraman su arena, los hombres y mujeres
obtienen más conocimiento, más herramientas para expresarse.
Boris Spassky fue, otra vez,
el mayor campeón jamás conocido.
Niño prodigio, candidato a
maestro a los 12 años, maestro a los 16, campeón de URSS a los 19, y esto sin
descuidar muchos otros placeres: natación, tenis, música, literatura: Spassky
-como Tal, Smislov, Petrosian- forjó una cultura superior para sí, algo que, en
occidente, es imaginario.
Pasó hambre y frío en la infancia
debido a la segunda guerra pero su estado lo educó de modo que pudo formarse
bajo el ala de los mejores entrenadores. Con Zak fue ultrasólido y si bien no
perdía nunca, tampoco ganaba. Con Tolush se volvió un león, sacrificaba piezas
y sus partidas entusiasmaron al vasto y exigente pueblo. El gambito de rey,
apertura arriesgada que supone la entrega de uno, dos o más peones y pieza, fue
una de sus armas colosales. Por último, con Bondaresky llegó al título máximo, gracias
a un estilo completo, después de un intento fallido, contra el gigante armenio.
Pero decir que venció a
Petrosian es decir muy poco si olvidamos el camino que debió recorrer en los dos
clasificatorios previos al desafío final: Keres, Tal, Larsen, Korchnoy, Geller,
todos vencidos por Spassky, los mejores, los top ten del ajedrez de esa época.
Pocas veces… solo ahora hay tantos y tan buenos jugadores a la caza de un
título.
Por supuesto, solo supimos de
este raro genio cuando un botarate llegó de los Estados Unidos a golpear las
puertas del dominio ruso. En aquellos días, los yankis luchaban contra los rusos
en la mal llamada Guerra fría: los gobiernos latinos derrumbados por la CIA ; la carrera del espacio y
el hombre en la Luna ;
el ajedrez no quedó fuera de tal batalla. Fue entonces cuando las
radios argentinas transmitieron por vez primera una partida de ajedrez en
tiempo real. Un conocido periodista, caro a los autoritarismos, transmitía
jugada a jugada. Eran los tiempos del telex, un engendro que lo jóvenes
desconocen. Las jugadas, realizadas en la otra punta del globo, llegaban a
nosotros en una especie de telégrafo sin hilos, el señor Carrizo las echaba al
eter para regocijo de los fans ajedrecísticos argentinos. Hablo del match
Spassky Fischer, el llamado match del Siglo, lo veremos en la última nota del
año.
Cuando Boris Spassky cayó
frente al genio idiota de Bobby Fischer, el peso de la máquina estatal se
volvió implacable y cruel, haciéndole la vida cada vez más difícil. Los
palmarés de nada valen cuando la estrella ha eclipsado su luz y “si quisiste
con ternura y el amor te devoró de atrás hasta el riñón, se rieron de tu abrazo
y ahí nomás, te hundieron con rencor todo el arpón”.
Garry
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