domingo, 26 de junio de 2016

lunes, 13 de junio de 2016

Historia de dos que soñaron con bolitas

Historia de dos que soñaron con bolitas


Jorgito tiene nueve años y va a cuarto grado. Vive en una casa del barrio obrero con sus hermanitos, su mamá, su padrastro y el Abuelo. Este último, desdentado y viejo, todas las tardes le cuenta historias que leyó hace años. Estas historias dejan a Jorgito con ganas de escuchar más aventuras y no son pocas las noches en que sueña con algo que le han narrado.

Una mañana, Jorgito despertó con este sueño nítido en la cabeza: Soñó que en el patio de los grandes de su escuela, allí donde tiene prohibido ir pues los chicos son muy brutos y corren y pueden golpear a los chiquitines -dice la directora-, justo en ese patio, decía, soñó Jorgito que en un hueco había una bocha de bolitas del vidrio más hermoso que nadie haya visto jamás: aguamarina, tornasolados, magentas, unos colores increíbles tenía cada bolita con las que Jorgito soñó. Tan increíbles son esos colores que soy yo, Sergio, el que les da nombre pues Jorgito aún no los ha aprendido y solo conoce el verde, el celeste, el violeta, el rojo y no su delicada mixtura.

Esa misma mañana, ya en la cocina de la escuela, Jorgito tragó su leche y se metió en el bolsillo cuatro galletitas. Corrió al salón para copiar todo lo que el maestro escribiera en la pizarra pues tenía un plan y para cumplirlo debía salir al recreo él antes que todos. Apenas sonó el timbre mostró su cuaderno completo y corrió afuera. Allí fue hasta el límite de alambre que separa ambos patios: el suyo, el de los chicos; el otro, el de los grandes. Miró por un instante con la cara apoyada contra los rombos del tejido y se coló por un agujero que en un rincón había. Corrió aún con sus alpargatas que se salían casi, por el apuro. Llegó a la otra punta y hurgó en los rincones y bajo las matas de unas plantas quemadas por el frío. En eso estaba sin ver alrededor cuando una mano fuerte, flaca y fría como una tenaza lo agarró del cuello y lo alzó. Un chico de séptimo lo miraba con una cara seria como la de un policía, le dijo:

Qué hacés acá, este no es tu patio…

Yo… dijo Jorgito y el grandote dijo, apretándole más el cuello y apoyándole contra una pared,

Tenés prohibido venir acá, decí a qué viniste antes que te reviente, y levantó alta la mano como para darle un bife, como bien sabía Jorgito pues a veces le pegaba el novio de su mamá.
Jorgito cerró los ojos y dijo, con la voz entrecortada por el miedo y por la garra que le apretaba el cuello,

Vine porque anoche soñé que acá había unas bolitas enterradas… quería encontrarlas…

Una lágrima le corrió por la cara y eso lo hizo sufrir mucho, pues a nadie le gusta que lo vean llorar. El grandote de séptimo se rió fuerte y desdeñoso y le dijo,

¡Pedazo de tonto, mientras lo zamarreaba, Yo también soñé anoche. Soñé con un montón de bolitas escondidas en un árbol rojo de un patio gris; sin embargo, bien sé que los sueños, sueños son y no por eso voy a andar saltando alambres y metiéndome donde no debo! dijo y lo empujó.

Jorgito se levantó despacio y como vio que el grandote ya lo dejaba ir corrió y corrió hasta el tejido agujereado. Pasó a su patio y fue una luz hasta la base del Seibo que en el medio del cemento gris extiende sus viejos y rugosos brazos, los cuales en primavera se tiñen de rojo.Trepó a las primeras ramas y allí, en un hueco del tronco hundió la mano y sonrió: Allí estaba su tesoro, más de veinte bolitas escondidas, cada una más hermosa que la otra.




Fin.
Sergio Galarza
Tomado de JLB, que lo tomó de Las 1001 noches.
Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón.

miércoles, 11 de mayo de 2016

El Golem

El Golem
Esta historia me la contó mi abuelo, que era médico y le gustaba jugar ajedrez. Me dijo que explica el origen de la palabra Mate, al respecto de Jaque Mate. Todos sabemos que jaque significa rey en árabe, y que jaque mate significa rey muerto… pero ¿Por qué, abuelo?, le dije un día. Esto es lo que me contó:

Hace muchos años, a la vera del bosque, no lejos del río, había una aldea. En las afueras, alejado de todos y en una casucha derruida, vivía un viejo brujo judío. En años de juventud fue consultado por todos y tomado por sabio pero con los años la vejez lo fue dejando solo: ya nadie venía por su servicio.

Hablo de tiempos lejanos, cuando no había agua corriente, ni negocios dónde comprar lo que es necesario para vivir. El agua había que acarrearla desde las orillas del río; la leña para la cocina había que ir a cortarla al bosque, y nuestro pobre brujo cada día tenía menos fuerzas y ánimos. Una tarde, como si despertara, se golpeó el muslo y dijo para sí:

Pero, qué tonto, para qué reniego con el agua, con los troncos pesados… si soy un brujo, ¿por qué no hago un gualicho?

Y rápido, tan rápido como pudo con sus piernas cansadas, se fue para la choza. Rebuscó entre los estantes llenos de bártulos y porquerías y de entre toda esa mugre sacó un libro. Le sacó las cucarachas que poco a poco se lo comerían y pasó las hojas amarillas en busca de su gran embrujo. El G o l e m, leyó despacio, con el dedo de guía bajo cada renglón:

Esperar a que sea noche de luna llena… Esperó.
En la vera del río, con arena o barro hay que armar un muñeco de forma humana… la formó.
Justo cuando la Luna trepe a lo alto del cielo, hay que escribir en su frente la palabra vida…
y, dijo mi abuelo, En judío, vida se escribe EMET.
En el momento en que el anciano hubo escrito con su dedo en la frente de arena esa palabra mágica el muñeco abrió los ojos. ¡Estaba vivo!

Como era un engendro, no habló nunca, pero obedecía cada orden que el brujo le daba:

Ve a buscar agua… decía el viejo, y allá iba el Golem con dos cubos de madera;
Ve a buscar leña… y allá iba el golem y se traía un árbol entero, arrancado del suelo.
Más allá de su mudez todo parecía perfecto; pero pronto el viejo comprendió que algo extraño sucedía.
Al principio el Golem, aunque no dormía, por las noches se tendía en el suelo junto al viejo. Pero a los pocos días la alfombra le quedaba chica y a la semana había crecido tanto que ya no pasaba por la puerta y debía quedarse afuera, sentado bajo las estrellas.

El Golem crecía y crecía y al viejo esto no le afectaba, pero la gente del pueblo, que en un principio vio al muñeco como a una rareza, ahora lo creía un monstruo y le temía. Los vecinos confabulaban en las esquinas, hablaban a escondidas y murmuraban cosas tremendas contra el brujo y su extraño sirviente. El viejo comprendió que esas gentes estaban a un paso de obrar contra ellos, y temió por su vida. Decidió destruir la creatura. Buscó el libro, leyó:

¡Para destruir al Golem hay que escribir en su frente la palabra Muerte!
Vaya! El viejo brujo no le llegaba ni al pecho, al Golem, tanto había crecido ya.
Pensativo, dio con la solución.
Esperó una noche de luna. Lo llevó a la orilla del rio aquél. Le dijo, Golem, acuéstate. El Golem se acostó. El viejo se acercó a la cabeza. Extendió el brazo y con el borde de la palma borró de su frente la letra E. Quedó escrito MET, que significa MUERTE.
El Golem se deshizo, solo quedó un montón de arena húmeda.

Esta historia me contó mi abuelo. En judío antiguo emet significa vida y met significa muerte. Con los años, la palabra met se transformó en mate pero su significado sigue siendo el mismo: MUERTE.


Dicen que hay quién, cada tanto, intenta crear un nuevo Golem. Yo no me animo.

domingo, 17 de abril de 2016

Un torneo con tres copas

Un torneo con tres copas

La semana pasada asistí a un torneo en la ciudad de Las Parejas. Había gentes de toda la provincia y competimos como leones por su comida, es decir, sentados a la sombra de unas galerías, tomando café y comiendo medialunas (los leones machos dominantes de no salen a cazar, este hacer lo realizan las leonas, quienes luego alimentan al rey de la manada). Fue un torneo por sistema suizo, esa genialidad organizativa que enfrenta en cada ronda a competidores que posean una misma puntuación, de modo que -en teoría- cada jugador se enfrenta siempre a otro de su propio nivel.


Cuando mediaba el torneo ya sabíamos que, entre tanto inscrito, se habían anotado dos padres y dos hijos.

¡Más curioso fue ver que estos mismos ganaran el torneo!

Y no se imaginan la sorpresa cuando comprobamos que, habiendo solo tres trofeos para repartir, cada uno de ellos se llevara una copa!


¡¿Cómo puede ser?!


martes, 12 de abril de 2016